Mis historias diminutas: febrero 2014

miércoles, 26 de febrero de 2014

La caída era abrumante, volvió a respirar para gritar diez, once, treinta veces más. Se preguntó si se desplomaba o simplemente flotaba. ET

Aun en la bacanal patrocinada por sus discípulos, no dejaba de verlos como país bananero. El rey chango a carcajadas dijo: ¡Dame plátano! ET

El relojero no se explicaba por qué siempre fallaba el mismo engrane. Intento algo inusual: sustituyó el de junto. Ahora el tic-tac exacto. ET

Carta. He vuelto a ver flores, los pájaros cantan cada mañana y el agua corre fresca y clara. Tu ausencia simboliza que estoy conmigo. ET

El sapo besó a la princesa. Acto seguido él siguió croando y ella conservó la corona y el cetro. ET

En el oscuro y húmedo hueco sentía que no respiraba aire, lo tragaba. Al salir, el Sol lo cegó. ¿Tanto esfuerzo había valido de algo? ET

Con saliva pastosa y labios agrietados, tras dos años de no beber agua, pudo balbucear: jaque mate. Había sido la partida más exhausta. ET

El partido decía que la basura es basura hasta que se separa, entonces ella dio un paso al frente. ET

Tan acostumbrada a dividirse por el otro, que nunca pensó que se acercaba peligrosamente al extraño límite de Hayflick. Dos más y perecería. ET

Le importaba un cacahuate la hermosa Luna en cuarto creciente; ella tenía su propia giba en la nariz. ET

Cuando supo que cada una de sus células estaba programada para morir, la culpa desapareció, pues el suicidio era el siguiente paso natural. ET

Por cada motivo una misiva. Tenía planeadas tantas notas suicidas, que decidió escribir un libro. ET